lunes, 6 de enero de 2014

¡Tintados!

"Pasa el tiempo, pasa la gente, jugadores y presidentes, y nosotros, siempre presentes, te animamos hasta la muerte". Siempre he sido un firme defensor de aceptar la evidencia de que el deporte es una parte básica en el funcionamiento de la sociedad. La parte más irracional de un ente formal como es un Estado, por lo que el refranero popular debería incluir más citas relativas al deporte, porque al final, todo momento de la vida cotidiana tiene su analogía deportiva. Y si encuentra ese momento, abajo tenéis el apartado de comentarios para poder darme palos.

Entrando en materia, este cántico en concreto lo escuché en un campo de fútbol, el Viejo Mestalla, que en realidad sigue siendo Mestalla a secas o incluso el Nuevo Mestalla viendo la flamante nueva capa de pintura del coliseo valencianista. Si analizamos la frase, pasa el tiempo, la gente, los jugadores y presidentes. Básicamente todos pasamos, pero entonces ¿quién queda? Es lo que llamamos masa social de un club, un ente abstracto y a la vez concreto que cuesta muchos años de criar y le da vida a un reducido grupo de zánganos que tienen en vilo al resto de la población.

Pero yo aquí he venido a hablar del Medio Ambiente, que para algo estamos en clase de Geografía. Ese ente abstracto y a la vez concreto... Me vais pillando, ¿no? Una de las pocas diferencias es que en el fútbol suele haber once zánganos que tienen en vilo a la población, mientras que el número de zánganos que tiene en vilo a los defensores del Medio Ambiente suele variar en función del partido.

Otra diferencia sería que, si nos cargamos la masa social del Valencia CF, por seguir con el ejemplo, siempre nos quedará el Levante o el equipo de nuestro barrio, mientras que si nos cargamos el Medio Ambiente, pues la cosa no está como para buscar un Sistema Solar alternativo, que Iberia está muy mal como para cambiar los vuelos Madrid-Valencia por travesías de millones de años luz.

Por apuntar alguna similitud a nivel nacional, tanto el que se carga el Valencia como el que destruye el Medio Ambiente suelen irse de rositas. Y como del Valencia ya es vox populi, habrá que poner el foco sobre el tema del Medio Ambiente, digo yo.

Momento en que las playas vascas firmaron su sentencia de muerte | Foto: EFE
Como todo aquel que no viva aislado de la humanidad, el pasado 13 de noviembre se cumplieron once años de la tragedia del Prestige. Un barco construido en Japón, propiedad de Mare Shipping (Liberia), con registro griego, bandera de las Bahamas, con tripulación rumano-filipina que portaba una carga de más de 80.000 toneladas de fuelóleo propiedad de los rusos de Crown Resources -con sede en Suiza- desde San Petersburgo hasta Gibraltar, pasando por Ventspilis (Letonia). Un pack asegurado por The London Steamship Owner's Mutual Insurance Association, que con ese nombre solo podía ser un organismo británico. Y todo este lío para reventar a su paso por Costa da Morte, agonizar a 250 km de la costa vasca y contaminar más de 2000 km de playa y el tercer accidente más "caro" de la historia de la humanidad.

Espera, espera, que todavía hay más; once años más tarde se siguen sumando capítulos a esta historia. O mejor dicho, se dejan de sumar, ya que tras semejante destrozo, alguien tendrá que pagar la juerga. Una multa al capitán Mangouras por desacato. "Ha pasado más de una década, el caso queda ya muy lejano y la comida se enfría, así que todos a casita, que esto frío no vale nada", habrá pensado más de uno. ¡Si Valle-Inclán levantara la cabeza!

Los voluntarios, bendita raza superior | Foto: Jorge París
Porque aunque todos nos quejemos del once -en este caso el trece-, los voluntarios, esa especie de masa social aplicada al Medio Ambiente, ese grupo que se desmarca de la mayoría zángana para poner sobre la mesa un argumento de peso. El yo lo dejo todo primando sobre el mi jefe me tiene manía, que vendría siendo el equivalente a armar jaleo en la Avenida Suecia, esperar a que nos sonrían los astros y que el míster de turno nos haga caso, promulgue una ley-parche a modo de revulsivo y se encomienda a su suerte esperando a que el marrón del Prestige le caiga a otro, cuanto más cerca de la desconocida Letonia, mejor.

Yo casi que voy buscando billete para salir de aquí cuanto antes, que a este paso nos quedamos sin Mestalla, sin el Ciutat y hasta sin el Bar de Manolo El del Bombo. ¡Tonto el último!

No hay comentarios:

Publicar un comentario